martes, 5 de julio de 2011

"Globesidad" infantil.... comer en familia nos ayuda a prevenirla.

Estoy convencida que la inmensa mayoría de los problemas que aquejan a nuestra sociedad a nivel mundial se originan en la desintegración familiar: drogadicción, violencia, corrupción, contaminación ambiental, entre otros. La falta de tiempo para inculcar valores y hábitos a nuestros hijos se traduce, en una o varias generaciones, en personas cada vez menos conscientes del respeto a sí mismos y hacia los demás. Los problemas nutricionales, como la obesidad, también pudieran explicarse en este contexto.

Con las prisas de nuestro diario vivir, la necesidad de trabajar para producir dinero, las múltiples actividades nuestras y de nuestros hijos y ¿por qué no decirlo? el deseo de comodidad para disfrutar de los pocos momentos de "libertad" que nos quedan después de todos nuestros deberes, muchos de nosotros terminamos por no tener tiempo para nuestra familia, en mayor o menor medida, ocasional o frecuentemente. Y esto se ve reflejado en los hábitos y tiempos que la familia entera tiene para convivir, conversar, educar, comer y hasta dormir.

Analicémoslo. Cada vez es más frecuente escuchar que el papá hoy no fue a comer a casa porque no tuvo tiempo, o que la mamá prefirió llevar su comida al trabajo porque de esa manera ahorraría el tiempo que toma el desplazarse. Quizá no es de diario, pero quizá también sea más frecuentemente de lo que pensamos. El punto es que en muchos casos ¡los hijos comen solos! Sobre todo cuando llegan a cierta edad en la que aparentemente ya pueden hacerlo por si mismos.

Al igual que con cualquier otro hábito, la alimentación también requiere supervisión constante. Estando juntos, en familia, podemos detectar las preferencias, comportamientos, reacciones y actitudes de nuestros hijos hacia los alimentos. No sólo para los casos de sobrepeso y obesidad, sino también para los trastornos como anorexia y bulimia, la presencia de los padres a la hora de comer es fundamental para una detección temprana.

Recientemente la revista Pediatrics publicó un artículo en línea sobre la frecuencia de los alimentos compartidos en familia y su relación con el estado nutricional de niños  y adolescentes. Los autores concluyeron que efectivamente comer en familia es benéfico y que en aquellas familias que comen juntas 3 o más veces por semana, los niños y adolescentes tienen mejores riesgos de problemas nutricionales y trastornos de la alimentación.

Estoy consciente que la introducción a esta entrada pudo sonar exagerada, pero lo reitero al concluir que debemos darnos tiempo para estar ahí, con nuestros hijos, en nuestras casas, a la hora de comer, de revisar sus tareas, de impulsarlos para que crezcan como buenos seres humanos, llevándolos a actividades recreativas que les ayuden a ejercitar la mente y el espíritu. El tiempo no se vende en el mercado ni crece en maceta, el tiempo se lo da uno, a sí mismo.... pero sobre todo habrá que dárselo a nuestros hijos.

Que hoy tengan un buen provecho.... en familia. ¡Saludos!