martes, 29 de noviembre de 2011

Padres que educan bien y con amor.



Vivimos en una época que como todas las que nos han precedido, sufre constantemente cambios y eso es parte del proceso evolutivo que sufre la humanidad a través del tiempo. Por lo tanto, será lógico entender que nos toca ir transitando por nuestra existencia  atravesando cambios sociales que,  aunque no dependen directamente de nosotros, nos afectan y ante los cuales a veces nos vemos desconcertados. Creo que la mejor forma para salir triunfantes en esta madeja de problemas que conlleva nuestra tan apresurada vida, la globalización, la cada vez más equitativa y de pronto confusa igualdad de géneros, sería no perder de vista que es lo que cada uno de nosotros quiere conseguir, para sí mismo, para nuestras familias y nuestra sociedad. Y a partir de eso, ir tomando los pasos que correspondan, para vivir nuestra vida de la mejor manera posible.

Aterrizo estas ideas en un ejemplo concreto. Muchos de los que ahora somos padres venimos de una educación un tanto más conservadora de lo que ahora vemos. Ni somos viejos, ni somos anticuados, simplemente el contexto ha cambiado y como para cualquier padre, el manual no incluido, tampoco nos dice como enfrentar los cambios sociales que se nos presenten durante nuestro "aprendizaje" para ser padres. La tradicional imagen de la familia, donde el padre labora fuera del hogar y, la madre dentro del mismo funge como artífice principal de la educación de los hijos, quienes a su vez van siendo guiados por los primeros, se ve cada vez menos. Seguimos viendo familias, titipuchales de ellas por doquier, eso no parece ser tan distinto ahora, si acaso sólo en que la tradicional familia padre-madre-hijos ha sido, en algunos casos, cambiada por madre-madre-hijo, o bien, padre-padre-hijo, pero eso es por si mismo, otro tema. Sin embargo, lo que sí es evidente es que en muchos casos  los roles parentales ya no están bien esclarecidos y muchos hijos, confundidos y un tanto a la deriva van formando sus propias vidas, también sin un manual de usuario y como Dios les da a entender.

Padres y madres laboran fuera del hogar, muchas horas fuera de casa, muchas veces sin comer juntos, sin supervisar a los hijos y los deberes que ellos tienen. Muchos de estos hijos, a falta de la madre o el padre, encuentran la "guía" y la "compañía" en el televisor o en la consola de videojuegos, o bien son cuidados por terceros, muchas veces los abuelos, quienes ya en su segunda vuelta de "padres" educan a los nietos como ellos saben y pueden y muchas veces fuera de contexto. Y miren, que es un gran mérito el de estos abuelos, aventarse tal paquete, que en definitiva, ni les toca, ni les obliga hacerlo.  Esto llama mucho mi atención, me surgen muchas preguntas, que a veces procuro, sin conseguir, no contestar, pues no me gusta emitir juicios en pro o en contra de nadie.

Estoy convencida de que todos los que hemos decidido ser padres, amamos a nuestros hijos y hacemos lo mejor que podemos, o al menos lo intentamos y resulta difícil saber si lo vamos haciendo bien o mal. Tener hijos es de entrada un reto y un gran compromiso. Estamos tratando con otras personitas que cada vez cobran más autonomía. Y es indispensable tener paciencia para llevar la tarea de educar a los hijos, sin reventar en coraje o frustración cuando las cosas parecen salirse de lo que pensamos. Sin embargo, me pregunto si el alejarnos de una estructura familiar "tradicional", en pro de una vida moderna que nos demanda, en "mayúsculas",  cada vez más que madres y padres nos salgamos del hogar, será la vía más adecuada para educar bien a nuestros hijos. Y digo bien, porque también se puede educar mal y de hecho, muchas veces así es como se hace. Y la suma de individuos mal educados, conlleva a una sociedad debilitada y disfuncional.

También me pone a pensar el hecho de que veo tantos padres a los que parece no caerles el "veinte" de que el reventón de la juventud y de los años mozos ha quedado, o debiera haber quedado atrás. Quisieran perpetuarse en el rol de adultos jóvenes universitarios, o peor aún, a veces de adolescentes y se ven en conflictos cuando se enfrentan al hecho de que han parido hijos que necesitan de sus cuidados. Ahora, tampoco se trata de que por ser padres no podamos tener tiempo para nosotross y para nuestra pareja. ¡Por supuesto que no! 

Ante todo, somos seres humanos llevando a otros seres humanos por lo que creemos el mejor camino y para conseguir hacerlo bien, en definitiva se tiene que estar bien con uno mismo. Esto se traduce en que debemos procurarnos un tiempo de esparcimiento, un tiempo para hacer lo que queremos para nosotros mismos y un tiempo de calidad para nuestra pareja, que si se tiene, debe de cuidarse y tratar de seguirse enamorando a lo largo del tiempo. Pero cuando se tiene hijos, se trata de "un tiempo", no de "todo el tiempo". Pues los hijos también requieren de nuestro tiempo.

No pretendo señalar ni juzgar a nadie que no sea yo misma, sólo quiero invitar a la reflexión. Ser padres va más allá de la emoción del embarazo y los preparativos para la llegada de un bebé. Implica desprenderse un poco de uno mismo, y cuando toque un mucho, hacerlo también. Si el hijo enferma, cobran, por simple lógica, más importancia nuestra presencia y nuestros cuidados. Si el hijo va teniendo un problema, habremos de hacer lo que toca para ayudarle a resolverlo. Ser padres requiere de estudiar lo que es ser hijos y las necesidades que ellos tienen. Detenida y objetivamente darnos a la tarea de conocer a cada uno de ellos, por individual. Ver sus personalidades y necesidades. Y recordar que la vida de nosotros de niños ha pasado ya. A veces queremos revivirla en nuestros hijos y perpetuar en ellos nuestros propios anhelos no cumplidos y necesidades no satisfechas y entonces creamos expectativas en nuestros hijos que cuando ellos no cumplen, porque no es lo que ellos quieren o pueden, a nosotros nos revienta. Y no, verdaderamente no debe de ser así.

Se vale y que maravilla que la vida humana evolucione. Que cambien los pensamientos, que los paradigmas se disuelvan, que la mentalidad del ser humano se expanda hasta no alcanzar límites. Se vale y asi debe de ser que cada vez seamos más dueños de nosotros mismos, más autónomos y menos limitados. Pero es ahí donde me pregunto si con la forma de vivir que llevamos estamos logrando ser dueños de nosotros mismos. O es que el consumismo, las necesidades creadas y los anhelos materialistas, la vida globalizada, "in" y moderna  de pronto se adueñan de nosotros, de lo que realmente queríamos y de lo que inicialmente buscábamos. O más allá, es que realmente sabemos o hemos sabido alguna vez que es lo que estamos buscando.... y de ser así, estamos haciendo lo que necesitamos para conseguirlo?...

¿Que no dicen que la felicidad la llevamos por dentro?  ¡Mmm! la felicidad es un estado que cada uno encuentra de manera diferente y no hay quien tenga la clave precisa que aplique para cada uno de nosotros. Yo, en lo personal, la concibo como la realización de aquellos anhelos personales que me llevan a vivir en armonía y alegría con aquellos que me rodean; como la adquisición de las herramientas necesarias para poner una sonrisa en una boca ajena, empezando con la de mis hijos.

Al final de todo, a los que nos tocó la dicha de ser padres, lo que dejaremos al irnos de este mundo es precisamente a nuestros hijos y el como les hayamos "enseñado" los principios para que ellos vivan felices. Ha de ser que por eso se llaman "principios", porque ya les tocará a cada uno de ellos el completarlos, cada día, a lo largo de sus vidas. Así pues, enseñemos a nuestros hijos, que en principio, son amados por el simple hecho de existir. Padres y madres debemos darles tiempo de calidad y en la cantidad necesaria para que sientan ese amor. No es suficiente con tener la buena intención o decir "te amo", habrá que demostrarlo, que los niños aprenden más con lo que ven que con lo que oyen.

En el formato tradicional, las madres somos las que cuidamos nuestros hogares, pero si no se acomoda esto a nuestro caso,  se vale que el padre adquiera este rol, pero bien hecho, no a medias. Que se ponga bien el mandil y construya un hogar feliz junto con su pareja. Lo que no se vale es que nadie lo haga. Debe haber al menos un padre dedicado a la supervisión de los hijos, al establecimiento de normas y la vigilancia amorosa para que estas se cumplan. Debe haber acuerdo entre ambos padres en como se educarán los niños. Los pleitos presenciados lastiman a nuestros hijos.

Para educar bien a nuestros hijos debemos sentir mucho amor y tener comunicación y respeto y, sobre todo, el entendimiento de que el niño debe crecer con una alta autoestima, con seguridad en sí mismo y en sus padres; el niño debe saber que verdaderamente cuenta con ellos, porque verdaderamente se siente amado por ellos. Y además del cariño, la seguridad se consigue también mediante el establecimiento de límites. La falta de límites propicia confusión e inseguridad en los hijos y falta de respeto hacia los padres. Los niños deben crecer en un ambiente propicio para ser feliz, para sentirse capaces y valiosos. De ser así, por seguro  que los "principios" que aprendan en casa, tendran un "final" feliz. quiza no lo hagamos a la perfeccion y no se pretende que asì sea. Serán mañana ellos mismos, padres que educan bien y con amor a sus propios hijos.

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