¿Son compatibles
la profesión y la maternidad? ¿Se puede ser una profesionista de éxito, sin
descuidar el hogar? ¿Y qué hay de los hijos,
se trata de calidad o de cantidad cuando de atención para ellos se
trata? Creo sinceramente que la respuesta a las primeras dos preguntas es un SI
DEFINITIVO. Sí se puede ser madre y desempeñar una profesión al mismo tiempo.
Sin embargo, contestando a la tercera pregunta, creo que la clave está en el
equilibrio.
Pasamos gran parte
de nuestras vidas” preparándonos para la vida”, para aprender un oficio o una
profesión y desempeñarla exitosamente; para buscarnos un adecuado medio que
ponga comida en nuestros platos y, ¿por qué no? un auto afuera de la casa. Pero
cuando nos convertimos en madres, las que trabajamos, nos vemos ante la
incómoda y muchas veces dolorosa disyuntiva de inclinar nuestro tiempo y
atención hacia un lado u otro de la balanza. O bien, al no poder elegir
conforme a nuestros deseos, nos vamos al trabajo con un corazón apachurrado y
una sensación de culpa en el pecho.
Claro está que
la elección no sería difícil para la mayoría. Muchas de nosotras quisiéramos no
tener que cruzar la puerta de casa y dejar a nuestro bebé en brazos de alguien
más. Quisiéramos no tener que perdernos la primera carcajada, o los primeros
pasitos tambaleantes. Pero a veces, eso no es posible; a veces, de esa salida
depende que nuestro bebé tenga una mejor calidad de vida.
Entonces, ¿cómo
encontrar el equilibrio?, ¿cómo saber cuándo es poco o suficiente el tiempo que
les dedicamos a nuestros hijos? Creo que todas tenemos la respuesta a nuestro
alcance, es cuestión de querer ver nuestra realidad y analizarla. Repasemos por
un momento cuál es el rol de una madre.
Una madre es
aquella persona que concibe y da a luz a un hijo, pero aparte es aquella que
habiendo tenido a su bebé, se encarga de su cuidado y su educación. Es la guía.
Es la que enseña a sentarse, gatear, caminar, hablar y comer a su bebé. Es la
que se encarga de velar su sueño y atenderlo cuando enferma. Es la que se
encarga de supervisarlo en todas sus hazañas y aprendizajes, incluyendo la
escuela. Pero por sobre todo, es la persona fundamental para armarlo con las
herramientas necesarias para que lleve una vida plena y feliz, que son el amor,
el autorespeto y la autoestima.
Puede ser que en
este punto, algunas feministas quieran decirme: “¡Momentito! ¿Y qué hay del
padre?” Y tienen toda la razón. El padre es la otra persona que, junto a la
madre, es responsable de los mismos cuidados y crianza del hijo. Sin embargo,
muchas veces no está, o no lo suficiente. Definitivamente, apoyo e incito a que
todos los padres del mundo se pongan la camiseta y formen parte activa de la
crianza y educación del hijo que engendraron y felicito a aquellas mujeres que
tienen a su lado un hombre así. Seguramente, con su apoyo será mucho más fácil
el poder sincronizar la vida personal con la profesional. Pero cuando esto no
es el caso, la madre no puede eximirse de sus deberes de madre.
Si
recordamos cuáles son los distintos roles de una madre, debemos hacer una
concienzuda autoevaluación de cómo los estamos desempeñando y atender
honestamente, y desde el corazón, aquellos puntos en los que quizá estemos
flaqueando. ¿Y cómo saberlo? Como lo dije antes, la respuesta está ante
nuestros ojos, en cada uno de nuestros hijos. Un hijo que no está recibiendo la
suficiente atención, gritará por ella. Y en este punto hago un paréntesis. El
tan sonado y de moda diagnóstico de déficit de atención e hiperactividad, que
hoy día escuchamos por todos lados, muchas veces es un diagnóstico inadecuado.
Y digo inadecuado y no malo, porque efectivamente hay déficit de atención, pero
por parte de los padres hacia el hijo. Las malas conductas, la agresividad, la
“hiperactividad” que muchos de estos chiquitos manifiestan tienen sus orígenes
en un cuidado y una atención deficientes; en la falta de seguridad que brinda
el contacto cercano y frecuente con los padres.
Entonces, ¿se
trata de calidad o de cantidad de tiempo? Creo que las dos cosas, no basta con
dar tanta “calidad” cuando llega a cuenta gotas. Se necesita tomarse el tiempo
para ver, escuchar, abrazar, cargar, carcajearnos con nuestros hijos. Tiempo
para analizar qué pasa dentro de ellos, tiempo para tenderles la mano y darles
un abrazo afectuoso cuando más lo necesitan; tiempo para decir “no” y
establecer límites; tiempo para amarlos y hacerlos sentir valiosos; tiempo que
quizá tengamos que robarle a la oficina, para invertirlo en el hogar.
Analicemos y reorganicemos nuestras prioridades.
¿Se puede ser
madre y profesionista de éxito? Por supuesto que sí. Lo que veo difícil es ser
madre mediocre y mujer de éxito. Las prioridades las establece cada quien, pero
el rol de madre es insustituible. Estoy segura que si el mundo tuviera más
madres de éxito, tendríamos menores índices de violencia, drogadicción,
obesidad, anorexia y bulimia. Tendríamos menos casos de “déficit de atención” y
en resumen, una mejor sociedad.
Lo dejo para
reflexión del día de las madres. Felicidades a todas y cada una de las mujeres
de este mundo que conocen el olor a bebé desde el primer día de vida de ese
peque.
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